Mostrando entradas con la etiqueta memoria. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta memoria. Mostrar todas las entradas

enero 06, 2011

Mudanza

Listo. Casi seis años de vida acomodaditos en cajas, bolsas y un par de maletas. ¿Cómo se transportan atmósferas y cómo se apropia de un espacio que se siente ajeno? Si no tendré más ámbar colándose por las persianas, ni el paso de las estaciones reflejadas en la silueta del árbol desde mi ventana. Si casi se percibe la presencia anterior, si hubo que desinfectar con cierta manía enfermiza y algo de náusea reprimida cada perilla, cada cajón.

¿Cómo no deshacerse de aquello que va perdiendo sentido? ¿Cómo no hacerlo? Y sin embargo, no hubo más que una pequeña ruma de cosas descartadas. Pero ya está, no quiero más nada que no importe realmente, no quiero memoria viva que no convenga. Yo no.

Estoy a un palmo de convencerme sobre la inutilidad de la memoria propia, material, ajena, inmaterial. Lo mejor será dejarlo como asunto pendiente, como libro sobre-postergado en la mesa de noche.

diciembre 17, 2010

Viajar

Una hoja en blanco
y yo
queriendo tornarme verbos
adjetivos
una coma
un maldito punto final
en cambio
solo ojos perdidos
que miran hacia dentro
que quieren llover
sin saber porqué


es mentira
yo lo sé


fue a los tres o cuatro
a los veintiuno
y quién sabe hasta cuando.


el miedo crece
y no quiero ser sombra
quiero y no quiero
regresar
se acerca el tiempo de hurgar.

diciembre 04, 2010

Eucalipto



Levanto la mirada y veo sierra. La ventana conduce mis pupilas hacia el eucalipto. El cielo, convenientemente celeste, refuerza la ilusión... hasta las palomas quieren colarse en el viaje de mi memoria, a 299km y 3259mnsm.
La ausencia de edificaciones me permite ver el cielo amplio,
ese que puedo ver cada vez menos, allá no es más como lo recuerdo.
El regreso es siempre alegre y contradictorio, me limpia como la lluvia a las flores, pero ya no puedo con las estancias largas. Volver se hace impetuoso.
He regresado, la chiflera a escasos metros de eucalipto y la palmera atrás de ella, me han devuelto a mi silla, al libro, a la biblioteca, a la educación que vine a buscar.
Y el inicio está a unos palmos del final. Un balance no es sólo innecesario. Es un ejercicio ocioso

noviembre 30, 2010

Sobre cómo sacar los granos del buche

Fije usted una cita con el terapeuta. No piense de-más. Espere el día indicado.

Tome el metropolitano. Pague una cantidad excesiva para los cuatro minutos que durará el recorrido. Eso sí, recuerde: no piense. Es mejor no pensar. Es mejor des-em-bucharlo todo, así no más. Sin más ni más. Como venga, como vaya. Mejor ir que venir, sí. Mejor dejar que se vayan. Que alquien más los organice por usted. ¿No le parece sedutora la idea de un organizador de recuerdos y emociones?¿Alguien que los analice y encuentre conexiones impensadas, reveladoras, y hasta intimidantes?

Use los cruceros peatonales, no querrá llevarse algún susto y presentarse sin color. Use bloqueador, el sol parece haberse comprometido a acompañarlo en su camino al recolecta-granos. Recuerde: el verano está tocando la puerta. Mantenga el paso medianamente ligero, el tiempo es mejor que sobre para comerse algo antes de entrar y no suenen las tripas en pleno bla-bla-bla, a que falte y cruja la panza interrumpiendo el turno del silencio.

Una vez que sus entrañas hayan recibido alimento, manténgase despejado, piense en el clima, en los chicos de cole que por ahí pasean. En los dos muchachos de grados menores que observan a los chicos de quinto año disfrutando, acaso ingenuamente, las últimas cuotas de poder que se tiene a los dieciséis años (ya sabe, éstos serán los menores en la siguiente etapa, universidad seguramente, particular sin duda). Evite fumar, que sea siempre después y nunca antes. No se pierda entre sus recuerdos pueriles, ya es hora. Salude al portero. El quinientosdos, por favor. La cortesía y la sonrisa. Ingrese al elevador. Aprete el cinco. Llegó. Salude. Mire a los ojos. Tome asiento. Observe los estantes desde el cómodo sillón rojo. Repase los títulos. Doble el cuello para leerlos en vertical. Especule sobre la vida personal, sobre cómo se cuela esa foto familiar en un ambiente tan distante. Busque -inútilmente- más rastros. ¿Cómo es que se sabe tan poco de quien lo sabrá todo? Tres minutos han pasado. Muy bien. Pase usted. Tome asiento. No se preocupe en evitar los tissues. Vamos, no sea tímido, estrene la cajita de Kleenex si hace falta. Eso es lo de menos.

Silencio. Signo inequívoco. Es hora de empezar. Toca regurgitar lo que no alimenta. Toca sacar los granos, alimentar al recolector-organizador. Verá que bien le sienta tener el buche ligerito.

agosto 25, 2010

Una canción

No quiero memorias ajenas
No quiero (transtocar) memorias ajenas
No quiero memorias ajenas (en mis memorias en construcción)
No quiero memorias ajenas (puestas en escena en mi cabeza)

((No more No more))

(...)
A veces busco memorias ajenas y no alcanzo a leer en el manual de instrucciones las condiciones de devolución.

agosto 12, 2010

Memoria selectiva


La memoria selectiva debería ser un servicio
-un mecanismo consciente, un ejercicio simple de decisión-
sí,
tan fácil como activar un push, un pull, un eject
-o el famosísimo click-
bastaría con elegir la memoria no deseada y activar el
delete
bastaría con jalarse la oreja derecha, levantar la ceja izquierda,
que sé yo (...)

Y ya
cabeza despejada es lo que quedaría
y quien sabe, tal vez algo de claridad
menos sombras y menos fantasmas.