noviembre 30, 2010

Sobre cómo sacar los granos del buche

Fije usted una cita con el terapeuta. No piense de-más. Espere el día indicado.

Tome el metropolitano. Pague una cantidad excesiva para los cuatro minutos que durará el recorrido. Eso sí, recuerde: no piense. Es mejor no pensar. Es mejor des-em-bucharlo todo, así no más. Sin más ni más. Como venga, como vaya. Mejor ir que venir, sí. Mejor dejar que se vayan. Que alquien más los organice por usted. ¿No le parece sedutora la idea de un organizador de recuerdos y emociones?¿Alguien que los analice y encuentre conexiones impensadas, reveladoras, y hasta intimidantes?

Use los cruceros peatonales, no querrá llevarse algún susto y presentarse sin color. Use bloqueador, el sol parece haberse comprometido a acompañarlo en su camino al recolecta-granos. Recuerde: el verano está tocando la puerta. Mantenga el paso medianamente ligero, el tiempo es mejor que sobre para comerse algo antes de entrar y no suenen las tripas en pleno bla-bla-bla, a que falte y cruja la panza interrumpiendo el turno del silencio.

Una vez que sus entrañas hayan recibido alimento, manténgase despejado, piense en el clima, en los chicos de cole que por ahí pasean. En los dos muchachos de grados menores que observan a los chicos de quinto año disfrutando, acaso ingenuamente, las últimas cuotas de poder que se tiene a los dieciséis años (ya sabe, éstos serán los menores en la siguiente etapa, universidad seguramente, particular sin duda). Evite fumar, que sea siempre después y nunca antes. No se pierda entre sus recuerdos pueriles, ya es hora. Salude al portero. El quinientosdos, por favor. La cortesía y la sonrisa. Ingrese al elevador. Aprete el cinco. Llegó. Salude. Mire a los ojos. Tome asiento. Observe los estantes desde el cómodo sillón rojo. Repase los títulos. Doble el cuello para leerlos en vertical. Especule sobre la vida personal, sobre cómo se cuela esa foto familiar en un ambiente tan distante. Busque -inútilmente- más rastros. ¿Cómo es que se sabe tan poco de quien lo sabrá todo? Tres minutos han pasado. Muy bien. Pase usted. Tome asiento. No se preocupe en evitar los tissues. Vamos, no sea tímido, estrene la cajita de Kleenex si hace falta. Eso es lo de menos.

Silencio. Signo inequívoco. Es hora de empezar. Toca regurgitar lo que no alimenta. Toca sacar los granos, alimentar al recolector-organizador. Verá que bien le sienta tener el buche ligerito.

1 comentario:

  1. "¿No le parece sedutora la idea de un organizador de recuerdos y emociones?"
    qué genial, Fio. Por eso creo que soy una adicta a las terapias, y siempre termino volviendo a ellas. Y sip, yo también me quedo toda así viendo las cositas de mi doctora... "¿Cómo es que se sabe tan poco de quien lo sabrá todo?" me encantó eso!

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