octubre 07, 2012

Flores de cera

Plantas, flores, orquídeas, margaritas, lilium , hortensias, los colores, los olores, hay tanto y yo puedo comprar tan poco. Paseo entre los stands buscando esa flor que encuentro muy cercana a una margarita, pero roja, muy roja. Pienso en lo linda que se verá en mi espacio. La encuentro, me acerco, quince soles señorita, pregunto si florea todo el año, florea siempre señorita, ya van cayendo los pétalos y ya va naciendo otro botón.  ¿Es de sol o de sombra?, necesita luz para crecer. Quince soles, caray, y yo viajo hoy, hago un cálculo rápido, y no, no puedo comprarlas. Pero no me quedo tranquila y le sigo el rastro a unos ramos preciosos de flores pequeñas, pequeñitas, que llevan varias personas en las manos. Las hay de muchos colores, rosas, naranjas, blancas, rojas y amarillas. Cinco soles el ramo ¿Cómo se llaman? "Guax", alcanzo a escuchar. Ve-doble, a, equis, me dice. W-a-x, repito, como memorizando el nombre curioso y me llevo un ramo. Sonrío, sonrío con la aurícula derecha, es gracioso el nombre, si parecen pétalos de cera, como mi asociación gringa. Pongo las flores en mi bolso de tela y no sé por qué pero me siento un poco francesa, un poco italiana, con las flores asomando debajo de mi brazo, ya sólo hace falta la baguette, el apio y las frutas en bolsas de papel, y la bicicleta, claro, la bicicleta. Me río sola y ridícula, como tantas veces.
Más stands, más anturios. Había pensado tan solo ver lo que estuviera en mi recorrido de miércoles y viernes, cruzar el parque sin mucha prisa, pensando todavía en la sesión, fijando ideas... pero no puedo detenerme, mis pies siguen a mis ojos. ¿Y esta la puedo llevar a la sierra? ¿A qué parte señorita? A Huancayo. Uy no, no le recomiendo, para allá llevan muchos geranios. No señor, pero geranios no pues. Mi casa siempre ha estado llena de geranios, todo Huancayo está lleno de geranios. Creo que no me gustan tanto, aunque disfrutaba arrancarles las flores y sorber los tallitos buscando un puntito de azúcar. Todos hacíamos lo mismo. Dejábamos los maceteros pelados, las flores devastadas en el suelo. Crueldad pura. Entonces no me puedo llevar esa bella salvia roja. Bueno, muchas gracias,¿hasta cuando están?, pregunto, aun sabiendo que mi bus parte a las 11 y que no será sino hasta el próximo viernes que cuente con dinero extra. Ay, la manía de preguntar para mostrar que no ha sido tiempo perdido, que en verdad me interesa, que pienso volver. Otra vez un acto cruel, aunque ya no sea una niña, una posible futura compra que no llegará. Sigo mi camino ¡Un stand de bonsai!¡Qué maravilla!¿Será que tendrán algún sauce llorón? Espero mi turno mientras observo esos maceteros, no termino de entender cómo es que cabe un árbol en uno de esos. Siempre me han gustado, me encantan los bonsai, pero ahora contemplo la posibilidad de tortura, de sometimiento, imagino cada podada, cada corte de raíz como un acto egoísta, ya no sé que pensar, decido olvidar semejante ocurrencia. Unos minutos más de espera ansiosa tratando de no hacer caso a esa nueva idea y de pronto escucho "la chola ha matado mi planta, esa ha sido, para ahocarla esa india, detergente le ha echado seguro". Y mis mejillas estallan, volteo, lo miro, es un viejo estúpido y bien vestido, una oda al cliché. Lo miro con desprecio, lo odio por algunos segundos. Siento por él el mismo desprecio que ha mostrado por quien seguramente le sirve los alimentos. Y luego esa rabia me nubla los ojos, tengo ganas de llorar. ¿Pena?, no lo creo, ya me he propuesto no cambiar rabia por pena. Es impotencia, hace tanto que no escuchaba cosa parecida, cómo es que no puedo hacer nada.
Me contengo, respiro, pregunto por el sauce, me responden que sí los trabajan, pero que ahora mismo no tienen ninguno. Casi no escucho, ya no me importa nada, tengo impotencia en las manos, en los ojos, en la cabeza. Camino y las flores se van marchitado a mi paso, una a una van cayendo cansadas, hastiadas de tanto manoseo, avergonzadas por mi poca acción ¿Qué podía hacer yo? voy repitiendo mientras me alejo de la feria. Y me voy. Me voy tan lejos, que ahora escribo esto en el bus que me lleva a ver a mi madre, y sé que ya puedo olvidarlo todo, que no soy tan cobarde, que mi padre me dirá cholita y será lo mejor que escuche en meses. El bus me lleva de Lima y yo llevo un ramo de wax rojo que aún me sonríe desde el bolso de tela. Estas flores de nombre gringo un poco me han salvado, y es que son impermeables las flores de cera.

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